martes, 4 de octubre de 2011

KJELL ASKILDSEN O EL ARTE DE ESCRIBIR CUENTOS




Seguramente uno de los rasgos  más distintivos de un ser humano es la ignorancia. Socrates dijo "solo sé que no sé nada". Tenía razón. ¿Cuánto sabía yo acerca de Noruega? Nada, o casi nada. Su capital, Oslo. Su ubicación geográfica, Europa, escandinavia. Su clima, muy frío. La duración de sus días, extremadamente cortos. Su geografía, mesetas escarpadas y cubiertas de hielo la mayor parte del año. Sabía también del espantoso atentado cometido por un terrorista de derecha en julio de este año y pará de contar. Sí, pará de contar, aunque de verguenza confesarlo. ¿Sabía de la existencia de un escritor fabuloso como Kjell Askildsen? No no lo sabía. Creo que necesitaría por lo menos 10 vidas más para leer todo lo que me falta leer.
Probablemente si no hubiera visitado la Argentina para participar en el festival de literatura de Buenos Aires el mes pasado, jamás me hubiera enterado de la existencia de él y de su literatura.
En Página 12 se publicó un reportaje de este hombre de 82 años, practicamente ciego ya, y las cosas que decía eran tan contundentes que salí deseseperado a comprar su libro "Cuentos Reunidos" editados por la editorial española Lengua de Trapo", que además cuenta con un excelente prólogo de Forgwill.
Al parecer había muchos ignorantes conmocionados como yo que se lanzaron a las librerías a conseguir el libro. El vendedor me preguntó que pasaba con ese viejito (era imposible que pronunciara su difícil apellido) que esa semana no habían parado de vender su libro. Le dije, con un aire de suficiencia que simulaba corresponder al de un viejo lector del noruego, que el maestro estaba en la Argentina dando charlas, de ahí el fenómeno de ventas. Ah, me respondió.
El periodista encabezaba  la nota diciendo que estábamos en presencia del mejor cuentista europeo vivo.
Nunca me dejé llevar por la opinión de los críticos por más buenos que fueran (este era realmente bueno) pero después de leer algunos de sus cuentos llegué a la conclusión de que su literatura era extraordinaria, que no importaba si era el mejor porque afirmar semejante cosa no tenía sentido, estábamos hablando de arte y no de una competencia deportiva. Sí, no me equivoqué, la literatura de este vikingo es puro arte.
Su estilo inconfundible. Un escritor dice cuando escribe y también cuando calla. Lo no escrito en la obra de Askildesen adquiere un importancia relevante, entonces le da espacio al lector para que entre a jugar en sus historias. Su prosa es directa, sin ningún rodeo, económica en palabras, digamos que es muy distinta a lo que puede ser la narrativa profusa y al mismo tiempo bella de un Saer, pero los cuentos, sus cuentos, son pequeñas obras de arte. Ahorra muchos recursos narrativos de esos que algunos escritores abusan para no decir nada.
No tiene verguenza en escribir una y otra sobre los mismos temas: la vejez,  la soledad, el cinismo, la muerte, la decandencia, el sin sentido de la existencia. Sin embargo, siempre desde distintas perspectivas, enriqueciendolos y dandoles en todo momento una vuelta de tuerca. Hay autores que ven en esta repetición algo malo. Yo, por el contrario, pienso que un buen escritor se pasa la vida escribiendo sobre los mismos temas, temas que lo obsesionan y que casi nunca no son más de tres o cuatro.

Sus personajes son delineados mínimamente, sin embargo lográ definirlos de una manera categórica, tan así que uno los puede imaginar fácilmente.
Sus historias son marcas indelebles. Como ese adolescente que expone su vida frente a un precipicio para demostrarle a su amigo la inexistencia de Dios. O ese viejo que se siente solo y concurre a una peluquería (casi no tiene pelo) con la esperanza de encontrar alguién con quien hablar, pero descubre que ya en las peluquerías se ha dejado de hablar. O ese otro viejo que por los mismo motivos concurre a un café, pero todos los allí sentados lo ignoran, incluso cuando deja caer a propósito su billetera en el piso.
Sus frase quedan grabadas por su humor ácido: Despúés de mucho tiempo de no verse y de terminar de enterrar al padre, un hermano le dice al otro: " Jamás lo comprenderé (por el hermano), gente adulta escribiendo poesía. Quiero decir, sin hacer nada más". O esa otra frase: " Cuando morimos al menos dejamos de contradecirnos". O "Nos quedamos un instante callados, pensé que ya era hora de despedirse, un encuentro inesperado no debe durar demasiado", piensa un padre que hace años que no ve a su hija adulta y que la acaba de encontrar casualmente en la calle. Una más: "Somos flechas disparadas del vientre de nuestra madre, y aterrizamos en el cementerio.¿Que importancia tiene entonces-en el momento de aterrizar- si hemos volado bajo o alto?. 
Askildsen no es diplomático, dice lo que piensa. En tierra de Borges, donde nadie se anima a criticarlo, dijo sin que se le moviera un pelo, que la  literatura culta Borges no le interesaba. Dijo también que descree de los talleres literarios, que nadie puede enseñar a otro a escribir. Nunca escribió en máquina de escribir ni mucho menos en computadora, siempre utilizó un lápiz y un cuaderno. Afirma que cuando está escribiendo una frase no tiene la menor idea de cual será la siguiente.
El noruego es un solitario empedernido, sólo desde la soledad se pueden escribir las ficciones de este libro.
Claudio Miranda

       

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