jueves, 10 de septiembre de 2015

MARÍA KODAMA Y LA CIÉNAGA

Cuando en junio de 2011, María Kodama, en su carácter de heredera y custodio de la obra del gran escritor argentino Jorge Luis Borges, inició una nueva demanda judicial por plagio, esta vez contra el escritor argentino, Pablo Katchadjian, el mundo literario tuvo la certeza de que la viuda había llegado a un límite.
Mi impresión particular fue que Kodama,  en realidad, lo había traspasado largamente, para zambullirse de lleno en el agua podrida de una ciénaga. Sólo desde un lugar así se puede engendrar tanta codicia o indecencia, o las dos cosas juntas.
Pablo Katchadjian cometió el supuesto "delito" de escribir "El Alpeh Engordado", un experimento literario, claramente borgeano, en el que intervino el texto original del cuento más famoso de Borges, intercalando con el de un nuevo texto y propio. Un procedimiento emparentado con lo que se conoce como el juego de la intertextualidad.
La definición de plagio de la RAE no deja dudas de que Katchadjian nunca cometió plagio, sin embargo la demanda tuvo eco en los dudosos tribunales argentinos. De todas las presentaciones realizadas por Kodama, está es por lejos, la más escandalosa.
La idea de que un escritor pueda terminar preso por ejercer su oficio es lisa y llanamente una locura.
Imagino a María Kodama y su valiente banda de abogados, como un grupo comando que sale todas la mañanas a cazar desprevenidos, la materia prima para un nuevo y vergonzoso proceso judicial. Para María Kodama, Borges es intocable, dentro de poco para leerlo, habrá que pedirle permiso a ella.
Si algo hay que reconocerle a Kodama, es que el oscuro personaje que ha forjado a lo largo de los años es producto del mérito propio. Un casamiento en el extranjero a las apuradas con un anciano-Borges- con visibles signos de decadencia, algo que la vejez tarde o temprano, siempre regala. Y luego, de nuevo con urgencia, ese mismo anciano cambiando el testamento para dejarla a ella como única beneficiaria de su legado.
Sin embargo, lo imperdonable en Kodama es haber convertido a Borges en una especie de categoría judicial, condenando sus textos a transitar las deshonrosas fojas de expedientes. Para una obra tan asombrosa, tan plena de luz, no debe existir un destino peor.
Si algún elemento positivo dejan los pleitos de la viuda, es que tarde o temprano, se deberá revisar la arcaica ley de derechos de autor que rige en Argentina. Es necesario asegurar la libertad de expresión, la libertad de escribir.
Hasta tanto eso suceda, la ciénaga permanecerá allí, amenazante, prometiendo, según como soplen los vientos, seguir haciéndose sentir, con sus olores nauseabundos.




CLAUDIO MIRANDA

PD: Mi incondicional solidaridad con el escritor Pablo Katchadjian




2 comentarios:

Comentar