sábado, 12 de diciembre de 2015

MAURICIO MACRI...LÁSTIMA EL BIGOTE...

No trascendió en ningún lado. Me reservó la fuente de información. Lo cierto que ese caluroso día, la mañana de la asunción como presidente de la Nación, muy temprano (no había podido pegar un ojo en toda la noche), el ingeniero entró en el amplísimo baño en donde todo brillaba como el oro, se miró en el espejo y sintió una profunda congoja. La felicidad nunca es completa, no lo es para nadie. No lo era por las arrugas, ya imposibles de disimular, ni por las profundas ojeras producto de una noche en vela. La culpa de todo la tenía esa estúpida franja pelada, ese vacío delator, justo entre la nariz y el labio superior. Hacía tiempo que su bigote había volado por decisión de un iluminado asesor de imagen. Lo hacía más viejo, ni hablar de las reminiscencias hitlerianas que provocaba. Lo extrañó como nunca. Era vasto y le sobraba presencia, pero sin llegar a cubrir la comisura del labio. Pensó en la banda presidencial atravesando su inflado pecho, en el emocionado "sí juro", imaginó también el balcón de Eva y Perón, hoy usurpado por una banda de chetos bailarines con inclinaciones místicas, en la gente abajo agitando banderitas celestes y blancas, pero ninguna de esas imágenes lograron borrarle la amargura. 
No hay caso, no estaba. Su bigote brillaba por su ausencia, un símbolo de poder, de autoridad, pero mucho más que eso, el signo que lo diferenciaba de su padre, a quien odiaba con toda su alma, no importa que ya fuera un anciano incoherente, siempre lo odiaría. ¿Acaso no había hecho todo por él? ¿Para dirimir de una buena vez esa vieja rivalidad? Disputa que ahora estaba convencido de haber ganado por goleada. Un presidente, el presidente de Argentina es siempre más que un empresario, por más poderoso que haya sido el viejo. ¿O no? Lástima el bigote... 
Salió del baño con un sentido de pérdida que rápido adquirió la forma de mutilación.
El ingeniero, el presidente a punto de asumir, nunca lo sabría, pero ese mismo día, la patria había amanecido igual que él, con la misma sensación de mutilación.

Claudio Miranda












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