Claudio Miranda - Ex-imortal y escritor. El resto no tiene importacia

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"No me cure la locura, doctor. Es lo único que tengo". Isidoro Blaisten (Argentina - 1933 - 2004)

sábado, 20 de julio de 2024

La calle Maipú, la Galería del Este y Borges.

Hoy es un castillo abandonado, un barco fantasma. Basta con observar la foto que ilustra esta nota para darse cuenta de lo que hablo. Fue un emblema del Buenos Aires del siglo pasado: La Galería del este, con doble entrada por la peatonal Florida y la calle Maipú. Apurarse porque pronto no quedará nada, ni los restos del naufragio. Sin embargo hubo un tiempo de esplendor, de cultura, de música, de literatura. Hubo un tiempo, entre los finales de los 70 y la primera mitad de los 80, en el que el movimiento era incesante. Yo que empezaba a dejar la adolescencia atrás, iba a la Galería del Este exclusivamente a ver a Borges. El maestro solía parar en una librería ubicada en el 2° o 3° local, del lado izquierdo, entrando por Maipú. Su dueño era un paraguayo que se había hecho amigo de Borges. En la vidriera estaba pegada una nota de puño y letra de Borges, agradeciendo la amistad al librero. Él solía ir una o dos veces por semana. El día y la hora eran indeterminados, así que encontrarlo era un juego de azar, circunstancia que parecía ser una prolongación de sus cuentos. El vivía enfrente, sobre Maipú al 900, mucho antes de que María Kodama se adueñara de la vida y los bienes del viejo. En esos cinco años logré verlo apenas en cuatro ocasiones. La imagen de siempre: Borges sentado, con los ojos inútiles apuntando al techo, las manos entrelazadas y apoyadas en su bastón muy alto, dando la sensación de estar flotando. A su alrededor, siempre había alguien hablándole, él nunca decía nada, escuchaba o hacía que escuchaba y cada tanto movía las cejas hacia arriba, como dando una señal de una dudosa atención.
Ninguna de las cuatro veces que lo encontré, me animé a entrar a la librería y saludarlo. Me conformaba con observarlo a través de la vidriera. Calculo que quería preservar la merecida distancia que separa a los genios de nosotros, la gente de a pie.
Claudio Miranda






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