lunes, 26 de abril de 2021

Ricardo Piglia, Ezequiel Martínez Estrada y la Inundación

Transcurría el mes de mayo de 1959 y Ricardo Piglia y Ezequiel Martinez Estrada se veían las caras por primera y última vez. Fue en un bar de Mar del Plata. No sé por qué pero yo siempre imaginé que el encuentro tuvo lugar en las cercanías de la Plaza Colón. Por ese entonces Estrada era un ensayista y un escritor tan conocido como rechazado por el establisment literario, y Piglia apenas un adolescente que luchaba con sus primeros textos y que venía leyendo todas sus obras con admiración. Por ese entonces también, Estrada ya ha había sido maltratado por célebres personajes: Borges lo había tratado de "sagrado energúmeno", David Viñas de "negador a la marchanta" y Jauretche lo acusaba de "injuriar con un ventilador". Era mayo de 1959 y a Estrada aún le faltaba vivir una experiencia que lo dejaría marcado a fuego: su viaje a Cuba, que en principio había sido planeado como una excursión obligada para recibir un premio literario, pero que impactado por lo que descubrió en la isla, se transformó en una estadía prolongada. Tanto fue su devoción al régimen y a la dirección política que había tomado, que llegó a declarar que no es cubano sólo el que nació en Cuba, sino el que aprendió a amarla y ponerse al servicio de la revolución. Y en ese sentido Estrada fue un cubano más.
Pero volviendo a aquel lejano encuentro, Piglía, muy nervioso por encontrase con su ídolo, llegó más temprano a la cita. Los minutos no se le pasaban más a aquel jovencito. En un momento dado, por fin, lo vio entrar al bar. Piglia recuerda el momento de la siguiente manera: "Me sorprendí, vi entrar a un hombre frágil, que avanzaba hacia mi sosteniéndose de las paredes con la palma de la mano, pero cuando se sentó empezó a hablar, su voz adquirió un tono elegíaco y condenatorio que lo elevaba a la posición, un poco irreal, de un profeta. Recuerdo vagamente lo que hablamos, pero persiste en mi memoria con gran nitidez la imagen que uso para sintetizar o alegorizar su diatriba: "La Argentina se tiene que hundir", me dijo, e hizo con las dos manos en el aire el gesto teatral de hundir a un niño en una bañadera de agua turbia. Luego, con las manos todavía en el agua imaginada, tronó: "Si merece vivir , saldrá a flote, y si no, mejor será que permanezca hundida en el pantano de la historia". Yo tenía 17 años y lo admiraba como escritor, pero me asusté un poco y me despedí atropelladamente."
Cincuenta y seis años más tarde, en mayo de 2015, Ricardo Piglia, quizá intentando subsanar aquella huida y desplante, publica el libro, "Ezequiel Martinez Estrada - Cuentos Completos"- , una obra monumental.
Pero más allá de la extraordinaria literatura que todavía está disponible en la librerías, sigue pendiente la diabólica premonición de Estrada en aquel bar de Mar del Plata, en donde el mar merodeaba cerca, amenazando con la inundación.



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