viernes, 24 de diciembre de 2021

UN CUENTO DE NOCHEBUENA: EL MILAGRO

 EL MILAGRO

Aturdido, el señor Bernardez levantó la copa de sidra lo más alto que pudo. El pulso le temblaba más de la emoción que del parkinson, aunque de milagro no derramó ni una sola gota.

De a poco fueron llegando los invitados, los padres, los hermanos, el tío Edgardo, la tía Evangelina...todos. ¿Quién dijo que los milagros no existían? Por lo menos aquella noche buena, sí.
Y de poco también, se fueron agregando las otras generaciones, su esposa, Mary, sus hijos, sus nietos, algún que otro sobrino. El tiempo que siempre había sido una barrera, un obstáculo infranqueable, ahora se había convertido en un puente que lo conducía a la felicidad añorada y perdida. Los vio. ¡Estaban todos reunidos! Sería la primera noche buena en la que brindis no se empañaría por el triste recuerdo de algún muerto de la familia.
Después de todo, no había sido tan difícil, había bastado con cerrar los ojos y desear, desear brutalmente que vinieran. Y ahí estaban, apiñados en torno a la vieja mesa, el mantel blanco, los platos relucientes, las botellas recién descorchadas.
Fue chocando las copas con cada uno de ellos, al tiempo que el enorme caserón se llenó de voces familiares, gritos, risas, aplausos, canciones navideñas.
Antes de que abriera los ojos  y la mesa se despoblara de nuevo, de que apagaran las luces del humilde arbolito de navidad, que dejaran de sonar en la calle los cohetes y los fuegos artificiales, mucho antes de que su achacado cuerpo se aplastara otra vez en el duro colchón de la cama, los perdonó a todos. A los muertos, por haber partido, incluso algunos antes de tiempo, y a los vivos, por haberlo dejado solo aquella noche buena.  



CGM

Abril 2016


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